El juego para niñas y niños es una necesidad de prioridad en su desarrollo cognitivo, sensorio-motor, emocional y social. Es un factor importante de desarrollo mental que va creciendo durante la infancia.
Jugar es para ellos un simbolismo que sirve al lenguaje en su desarrollo y expresión. Toma el lugar de las palabras que aún no conocen y desean expresar de algún modo. Es decir, lo que no pueden aún expresar con el lenguaje, lo logran mediante el juego, logrando así «pronunciarse», formular y asimilar su experiencia.
Además, es una descarga de energías en sí mismo, que pone de manifiesto su actividad corporal, manual, así como la risa, el llanto, el interés, los logros motrices, y la creatividad.
Para un niño de 1 a 2 años que juega con piezas o cubos, el mundo en ese instante, se reduce hasta abarcar sólo lo que está construyendo y su atención se encuentra absorbida por dicha actividad.

El juego es motor de fantasías, siendo un estímulo fundamental en la imaginación, facilita y conduce al niño a crear mediante el juego, una experiencia que lo satisfaga.

Libera emociones, pueden expresarlas sin límites. Las energías que se contienen en la experiencia del hogar, la escuela, o espacios de recreación, son expresadas y de este modo, pueden ser elaboradas o procesadas encontrando en el juego un espacio para su liberación.
Tal es así, que tanto la vivencia de frustración, la de la posibilidad de crear, la organización de nuevos recursos emocionales, la diversión, y el aprendizaje, son posibles.
El juego es una vía socializadora.
Al inicio de la infancia y en determinados contextos donde habita un solo niño o niña en el hogar, el juego puede que ocurra como una actividad solitaria, pero luego, para la mayoría de los niños, es una actividad social, que disfrutan mucho más junto a otros.
Los niños expresan su «Yo» o si sentido de sí mismos, también a partir de proyectarse en su ambiente más satisfactoriamente.
Se advierten a ellos mismos en sus conductas y reacciones al perder o ganar, prestar o no prestar juguetes, etc. Comienzan a verse a sí mismos en esta instancia también, sobre todo a partir de los 5 o 6 años de edad.
En resumidas cuentas, el juego en la infancia es una actividad simbólica de necesidad y de importancia insondable.

Lic. Psic. Verónica Torterolo