Podríamos entre todos los papás y mamás escribir miles de líneas acerca de lo que significa ser madres y padres, pero la intención es la de revisar – en primera instancia-  nuestras imagos parentales, es decir, la imagen internalizada que tenemos de nuestros propios padres y de las vivencias aprendidas.

De ese modo podremos comprender desde qué lugar nos posicionamos al momento de ejercer nuestro rol, teniendo mayor conciencia de los modelos y mandatos familiares y los condicionamientos que llevamos implícitos.

Esta propuesta radica en la necesidad de tomar impulso desde nuestra propia historia, para fortalecernos en la tarea demandante, muy cuestionada socialmente, y que al día de hoy se presenta tan desafiante, como lo es la función paterna y materna.

Es conveniente preguntarnos cuánto proyectamos en nuestros hijos, a partir de los modos en que nuestros padres nos miraron, guiaron, contuvieron, rezongaron, hirieron y nos hicieron felices también.

Qué priorizaron para la vida familiar, en qué se esforzaron más y en qué menos? Qué recibimos y qué sentimos que nos faltó?

Las preguntas siempre son llaves que abren puertas de mayor conocimiento, expansión de la conciencia y por ende libertad al accionar.

Somos generaciones de padres con la cualidad de cuestionarnos, reflexionar y elegir el modo en que deseamos cumplir con nuestro rol.

Responder a estas preguntas implica una movilización de energía a nivel emocional que es necesario encuentre un sano interlocutor y un ambiente de contención en caso de realizárnoslas en compañía, y de hacerlo a solas, tener en cuenta que todos podemos necesitar ayuda para reflexionar sobre algunas cuestiones.

Les propongo un ejercicio concreto, tomemos un momento propicio para indagar en estas preguntas mencionadas acerca de lo que visualizo como legado familiar.

Tomemos una hoja, tracemos una línea divisoria, y escribamos en ella de un lado, lo mas detalladamente posible, todo aquello que sentimos haber recibido de nuestros padres, desde respeto, valores, vivienda, cuidados, etc. El título puede ser “Lo que recibí”. Del otro lado de la hoja, aquello que sentimos por el contrario no haber recibido, con el título correspondiente “No recibí”.

Luego, y solo luego de haber completado nuestra lista, procedamos a tachar los títulos de ambos lados y sustituyámoslos por “Lo que tengo para dar”, en el entendido de que aquello que recibí es parte de mi acervo y lo tengo para ofrecer, y del otro lado sustituimos por el título “lo que busco”.

A partir de ahí veamos qué es entonces lo que buscamos en nuestra pareja e hijos a partir de la falta y qué es todo aquello que brindamos de nosotros mismos, a nuestra familia.

Recordemos que nuestros padres nos dieron lo que tuvieron para darnos, desde su propio legado recibido, y que en la adultez, con la madurez adquirida, de nada vale quedar viendo o reclamando lo que faltó, sino agradecer infinitamente lo recibido y cuestionarnos sobre nuestro legado, hacernos conscientes de nuestra forma de dar y recibir aprendidos, para ser a su vez, padres y madres responsables de sus vivencias personales, y por lo tanto de las benditas posibilidades de las que gozamos para compartir con nuestros hijos e hijas.

Lic. Psic. Veronica Torterolo